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Cita Bíblica: Salmos 119:49-56

Introducción

Para los creyentes de habla hispana, el mes de septiembre es conocido como: «el mes de la Biblia», porque fue en este mes que recibimos por primera vez la Biblia traducida al castellano desde los idiomas originales.

Pero en realidad, para el redimido, la Biblia no tiene un año, o un mes ni tampoco una semana, para los creyentes debieran ser todos los días: «el día de la Biblia».

Eso es la teoría, pero: ¿qué es para nosotros la Biblia, en realidad?, ¿cuán importantes son para cada uno de nosotros, las Escrituras?, ¿qué produce en nosotros el leerla, escudriñarla, meditar y descubrir en ella cosas maravillosas de nuestro Dios?

¿Es un libro de momentos, o es un libro diario?,  ¿qué importancia le damos a las Escrituras?, ¿rige mi vida o es solo un libro más?, ¿anhelo estar en contacto con ella o la dejo para después, si me sobra un momento?

La Biblia es la palabra de Dios y por ende cada creyente debe anhelar conocer lo que Dios nos comunica en ella.

El tema principal del Salmo 119, es la Palabra de Dios. Si uno lee el Salmo superficialmente, podría llegar a decir que carece de profundidad, o que es monotemático, o simplemente, son meras repeticiones de un mismo tema. Pero, para un lector que ha estudiado cada una de sus líneas y ha meditado cuidadosamente en ellas, nota rápidamente, y se asombra, de su variedad y la profundidad de sus palabras; tan profundo es que se hace muy difícil exponerlo con la hondura que se merece.

Su autor no lo conocemos, algunos comentaristas han dicho que es de David, pues, por su tono y expresiones corresponde a las experiencias vividas por este rey, pero no tenemos certeza de ello.

Pero, lo que sí sabemos, es que el autor, cualquiera que fuere, tenía un fervor encomiable por la palabra de Dios, la gozaba y la saboreaba, y por supuesto, tenía un gran amor por el dador de esa palabra; anhelaba y perseguía su comunión, y por supuesto, deseaba cumplirla.

Veamos ahora qué nos dice el autor en esta bella porción, los invito a que juntos consideremos, al menos una fracción de lo mucho que nos dice.

  • Un recuerdo seguro (v. 49)
  • Un recuerdo para consuelo  (v. 50)
  • Un recuerdo para alabanza (v. 54)

Conclusión

El autor es un apasionado por la palabra de Dios, la busca incansablemente, se mantiene firme en ella y la recuerda. La Palabra es su consuelo y sustento en momentos difíciles, Ella es canto en sus labios y bendición en su vida.

Medita en Ella, incluso de noche, lo que nos habla que la palabra estaba continuamente presente en su vida.

El tiene la capacidad de acordarse de las promesas de Dios, que le han sido entregadas a través de este hermoso libro, o más bien, grandiosa biblioteca que son las Escrituras.

Pero, también reclama para sí, las promesas de Dios, porque las conoce, ahí está su consuelo y recuerdo, ahí está su paz y gozo.

Observando el fervor que el salmista demuestra por la Palabra de nuestro Dios, me debo preguntar en lo más íntimo de mi corazón: ¿qué es la palabra de Dios para mí?, ¿puedo decir que siento el mismo fervor que el salmista sentía por la ley de Dios?

Que el Señor ponga en nuestro corazón la pasión que el salmista sentía por Su Palabra, solo así encontraremos consuelo, solo así cantaremos a su nombre, solo así recordaremos sus promesas, y por cierto, como lo dice el último versículo de nuestra lectura, de seguro encontraremos las bendiciones que el Señor quiere para nuestras vidas.

 Estas bendiciones tuve porque guardé tus mandamientos.

Salmos 119:56

Predicador

Hermano Julio Salvador Álamo

Fecha

26 de septiembre de 2020

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