Muy apreciados hermanos en Cristo Jesús:
Les saludo anhelando encontrarles bien de salud y descansando en las gloriosas promesas que nos dejara nuestro Redentor.
Continuando con nuestra serie sobre la mayordomía del cristiano, hoy les invito a reflexionar en la administración de nuestros cuerpos.
Sergio Oschilewski M.
Pastor I. Bíblica Las Condes
A las 11:00 horas, le invito a incorporarse al Culto Dominical, conectándose a nuestra transmisión directa desde el local de la Iglesia Bíblica Las Condes.
Pasaje bíblico
1ª Corintios 6:12-20.
Introducción
Antes dijimos que, si bien la mayoría de nosotros no estamos administrando en el día de hoy un huerto, como lo hiciera Adán, sí somos llamados a ser administradores de todo cuanto somos y nos rodea.
Consideramos que el primer gran acto de mayordomía es, pues, decidir si se tomará en serio o no a Cristo y su Obra. Si se tomará o no, su sacrificio redentor a favor nuestro.
Por su parte son muchos los que piensan: «yo administro mi vida como quiero». Sin embargo, descubrimos que esto no es cierto, pues mientras no se rinda la vida a Cristo, existirán lazos que atan a amos detestables y crueles.
Veamos en el día de hoy un aspecto muy cercano y querido en el cual debemos aplicar la mayordomía, me refiero a nuestro cuerpo. De Las Escrituras aprendemos que nuestro cuerpo es:
- Más que un receptáculo.
- Es Templo del Espíritu Santo.
- Será resucitado.
- Su autodestrucción es penada por Dios.
- No debe ser usado para marcarlo.
- No es para consentirlo con todo lo que pida.
- El poder y la capacitación para administrarlo.
- Su buen uso.
Conclusión
Nunca miremos en menos a nuestro cuerpo, pues tendremos que dar cuenta de cómo lo hemos administrado.
Como Templo que es de tan sublime eminencia, el cuerpo debe ser cuidado, atendido y también puesto bajo control. Con la dirección del Espíritu Santo y de Las Escrituras, busquemos constantemente la forma de administrarlo para la gloria de Dios.