“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:35
En diciembre de 2005 se leía que una partitura manuscrita del compositor Ludwig van Beethoven se había subastado en Londres por 1,9 millones de dólares. Se trataba de la “Gran Fuga” en Si bemol en su versión para piano a cuatro manos, Op. 134.
Esta partitura, había sido comprada por un industrial norteamericano hacía 115 años y en 1952, su hija la había regalado, junto a otros documentos, al Seminario Palmer de Filadelfia, Pennsylvania, donde fue encontrada en julio de 2005 por una empleada que realizaba un inventario. De este modo esta valiosísima pieza había pasado desapercibida por muchos años, hasta su gran descubrimiento.
¿No ocurre, muchas veces, algo similar con la Biblia? Cuantas biblias descansan en millares de hogares como un escrito más de la biblioteca sin que nadie se percate que allí se encuentra un libro cuyo contenido no tiene precio, pues no existe la fortuna capaz de cubrir su valor. Un documento conteniendo una obra de Beethoven, un mortal talentoso, se valoró en casi dos millones de dólares, la obra de Dios, el eterno y omnisciente, no podría ser tasada usando monedas humanas.
Durante este año 2015 te desafío a tener un encuentro diario con esta magistral y divina obra y no para que la admires solamente, sino para que dejes que realice el trabajo para la cual fue creada, es decir, producir un cambio maravilloso, constante y eterno en tu vida y la de tu familia.
S.O.M.