Estimados hermanos en la fe:
El rey David exaltando la omnipresencia y la omnisciencia de Dios, dice: «Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.» (Salmos 139: 16).
Son muchas las madres que hoy están bajo apremio para que aborten al hijo que llevan en su vientre. Entre los agentes de presión se incluyen a no pocos profesionales inescrupulosos del área de la salud. Sabemos muy bien que hay una poderosa corriente que intenta quitar todo valor al hijo aún no nacido diciendo que no es un ser humano, que no es persona, que solo es un apéndice de la madre. Estas infamias, dichas por individuos influyentes en diversos niveles de la sociedad, están siendo creídas cada día por más y más personas, con lo que va aumentando la posibilidad de que un embarazo no llegue a buen término.
Por su parte, el rey profeta, inspirado por Dios, dice: «Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre.» (Salmos 139: 13) con lo cual deja muy claro que el ser humano aún en el vientre de su madre es una creación única e independiente como persona. Dios es su creador y quien forma cada una de sus partes. Muy lejos está de ser solo un apéndice inútil de su madre como se difunde por doquier.
Oremos por esas criaturas inocentes y por sus padres, para que les sea quitada esa venda infernal y para que nunca se amplíen en nuestro país las leyes que despenalizan el crimen llamado «aborto».
Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
Salmos 30.
Introducción
Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría.
Salmos 30: 5b
En el salmo 30, al igual que en muchos otros, encontramos a un siervo de Dios, reflexionando sobre las experiencias duras que le ha tocado vivir; experiencias que lo han devastado por un tiempo, pero que con el poder de Dios ha logrado superar encontrando una paz y gozo superiores.
Si miras tu cuerpo, lo más probable es que encuentres muchas marcas de heridas que has recibido durante toda tu vida. De algunas ya ni te acuerdas, otras aun duelen cada cierto tiempo. Sin duda las heridas que más duelen son aquellas que no se ven, pues van por dentro.
Las causas de las heridas pueden ser muchas: palabras que te azotaron y que pueden haber sido oídas, incluso en tu infancia, pero persisten; imágenes que hirieron tu retina debido a su crudeza; experiencias desgarradoras; lecturas que penetraron tu mente y corazón, llenándolos de dudas; etcétera. Muchas de estas heridas son causadas por experiencias que no dejaron huellas externas, pero si profundas grietas sangrantes en tu mente y corazón.
Hoy les invito a hablar de esas heridas que de tiempo en tiempo vuelven a sangrar y vuelven a producir dolores. Esas heridas que no terminan de sanar por más que hayas probado todos los consejos que has recibido.
- Un mundo herido (Romanos 8: 22).
- Las heridas que el mundo produce (Juan 7: 7; 16: 32).
- Las heridas de Cristo (Isaías 53: 4-5).
Conclusión
En el Salmo 30, casi al terminar, el escritor dice: «Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.» (Salmos 30: 11).
Por la obra de Cristo tus heridas pueden ser sanadas, tu amargura transformada en dulzor y los tormentos de tu alma cambiados por dulce paz. Amigo, hermano, ya es hora de dejar que Dios desate tu cilicio, tu luto y termine con tu lamento. Déjalo hacerlo, deja que te ciña de alegría y gozo.
El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.
Salmos 147: 3