Cita Bíblica: Salmo 40:1-5
Introducción.
Entre nuestros sentidos hay uno que va a ocupar un lugar especial en la meditación de hoy; se trata de una puerta abierta, y muy ancha, hacia el alma y el espíritu del hombre; me refiero al oído. Por él llega hasta nosotros la música de la creación: el canto de las aves; el susurro de las aguas; el sonido del viento; el murmurar de las hojas de los árboles cuando son mecidas por la brisa. Gracias a la audición, somos conmovidos por las letras y música de los himnos y cánticos espirituales; y también por ella, la gran mayoría de los conversos, han llegado a conocer el glorioso Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
A propósito de lo anterior, le invito a realizar un breve recorrido por la vida de dos grandes varones de Dios que vivieron fuertes experiencias durante un tiempo en el que tenían que esperar el cumplimiento de grandes promesas. Encontramos en sus vidas, momentos en los que, en apariencia, el cielo guardaba un inquietante silencio. Pienso que estas vivencias, pueden ser de gran ayuda para usted en el día de hoy.
I. ABRAHAM EL IMPACIENTE
II. DAVID EL PACIENTE
Conclusión.
Debemos tener muy claro que lo que llamamos “el silencio del cielo” no significa olvido, demora o falta de amor por parte de Dios. La razón por la cual, en ocasiones, aparece, un sentimiento de desamparo en el cristiano, está enteramente ligada a nuestra debilidad; se trata de un asunto de confianza en el Señor. Debemos recordar constantemente, que los tiempos divinos son siempre los más adecuados, pues ellos han sido concebidos conforme a Su omnisciencia, amor, justicia y perfecta sabiduría.
En honor a la verdad, nunca hay el tal “silencio”, pues la voz del Señor nos sigue hablando diariamente por medio de Su Palabra escrita, dándonos ánimo, motivándonos a esperar e instruyéndonos sobre lo que tenemos que hacer mientras esperamos. Tampoco debemos despreciar el consejo del hermano espiritual y de aquellos siervos del Señor que nos exhortan, basados en las Escrituras,
“Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.” —Santiago 5:7