Muy apreciados hermanos y copartícipes de las grandes esperanzas en Cristo Jesús:
Tengan todos ustedes un bendecido día y una semana en la que cada día sientan la mano del Señor dirigiendo sus pasos.
Resulta evidente que vivimos tiempos de incertidumbres y desazón, lo cual genera temores y angustias. En la meditación de hoy les quiero invitar a considerar este tema, así como las grandes verdades y consuelos que emanan de nuestro libro vivo, La Biblia.
Sergio Oschilewski M.
Pastor I. Bíblica Las Condes
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Pasaje bíblico
Números 13: 27-33 y 14: 1-4.
Introducción
Cuando llegó la hora de que el pueblo de Israel tomara posesión de la Tierra Prometida, fueron enviadas doce personas representativas de cada una de las tribus a reconocer la tierra que estaban por poseer.
Estos exploradores recorrieron la tierra por cuarenta días y luego regresaron con su informe. Ellos reconocieron que Dios, como siempre, había dicho la verdad y que efectivamente era una tierra riquísima en cuanto a los frutos que producía.
Sin embargo, hubo algo que no les gustó. La gente que tendrían que enfrentar no era como la esperaban, era gente fuerte que habitaba en ciudades guarnecidas y, humanamente hablando, se veían como imposibles de conquistar. La superioridad física de aquellos pueblos paganos los perturbó mucho y llenó sus corazones de temor, lo cual tuvo tremendas consecuencias.
En esta oportunidad y teniendo como referencia el episodio descrito en Números 13 y 14, les invito a considerar uno de los adversarios más comunes del ser humano después de su caída, me refiero al miedo.
- Aparece el miedo.
- Consecuencias del miedo.
- El origen del miedo.
- Cristo libra del miedo.
Conclusión
Cuando decimos que Cristo nos redimió, estamos diciendo que rompió nuestras cadenas naturales que nos esclavizaban a múltiples temores y nos llevaban hacia el Infierno. Redención significa libertad: de la ira de Dios, de juicios condenatorios, del control de Satanás, de la muerte, de una conciencia que acusa, etcétera. Redención significa que podemos decir, al igual que el apóstol Pablo:
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Romanos 8: 31b