¡Oh, cuánto amo yo tu ley!

Cita Bíblica: Salmo 119:97-104

Introducción:

En este pasaje, que forma parte del maravilloso Salmo 119, el gran tema, o único tema, es la Palabra de Dios. En estos ocho versículos, no se encuentra ninguna queja, como tampoco ninguna petición a Dios; solamente encontramos alabanzas a la Palabra de Dios.

El salmista está reflexionando sobre los beneficios que le ha traído la Palabra a su vida; él reflexiona cómo esta Palabra, al ser aplicada, le ha traído enormes bendiciones, y da algunas recetas muy claras de cómo lograr alcanzar esas bendiciones, que la Palabra, o la ley de Dios, tienen disponibles para los que son capaces de escudriñar y oír la divina la voz. ¿Qué podemos aprender de sus palabras?

Los invito a que juntos veamos solo cuatro aspectos de las reflexiones que hace el autor, y así podamos ver si son coincidentes con nuestra experiencia como creyentes.

El primer aspecto salta rápidamente a la vista.

I.- APRENDIÓ (vs. 98-100)
El primer aspecto del que nos habla el salmista, es el del aprendizaje, lo que ha podido aprender de la palabra de Dios.

II.- OBEDECIÓ (vs.101, 102, 104)
El salmista aprendió y luego obedeció; esto lo expresa muy claramente a lo largo de toda la lectura.

III.- AMÓ (v. 97)
El autor del Salmo amó la palabra de Dios, y lo expresa muy bien en el primer versículo de nuestra lectura: “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.” Podríamos transformar esto en una pregunta para nosotros ¿Cuánto amo yo la ley de Dios?

IV.- SE GOZÓ (v. 103)
El salmista no se cansa de alabar la Palabra de Dios; destaca la dulzura que provoca en su boca, es como un manjar a su paladar. La Palabra, mientras más se prueba, más dulce parece.

Conclusión:

Considerando el Salmo uno, en sus primeros tres versículos, junto a la porción en la que hoy hemos meditado, descubrimos que los dos salmistas dan una misma receta para ser un hombre entendido en la palabra, un hombre que realmente guarda, de todo corazón, los dichos de Dios: Meditar en la ley día y noche. Solo ese creyente va a adquirir el verdadero temor de Dios.

Cuando se sigue esta sabia recomendación, podemos llegar a ser enseñados bajo la mano de Dios. Así llegaremos a ser obedientes y fieles a sus mandamientos, nos gozaremos en su comunión, y su ley será dulce como la miel. Bendiciones, que en muchas ocasiones, dejamos de percibir. Después de todo eso, se puede llegar a exclamar como el salmista: amo yo tu ley!

Predicador

Hermano Julio Salvador Álamo

Fecha

5 de octubre de 2014

Etiquetas