Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
Juan 1:12
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová
Isaías 55:8
El nacimiento de Cristo fue el resultado de un plan que se había preparado desde antes de la fundación del mundo y que concluirá, en todas sus partes, en el futuro.
Cuando meditamos en lo anterior, puede aparecer la siguiente interrogante: Si el cielo planificó todo con tanto detalle y con tanta anticipación ¿por qué entonces, las circunstancias del nacimiento parecen tan poco planificadas y dramáticas? Consideremos lo siguiente: A la cabeza de Israel habían gobernantes usurpadores y crueles; el sistema sacerdotal estaba totalmente corrompido; un censo obliga a viajar a José y María desde Nazaret a Belén; María se encontraba con un embarazo muy avanzado; al llegar a Belén no solo se encuentran desamparados y sin parientes, sino que además todas las posadas estaban repletas; cuando llega el momento del parto, éste se llevado a cabo en un lugar habilitado para animales; y a esta lista se podrían seguir añadiendo muchas otras situaciones que hacían todo más difícil y peligroso.
La respuesta es una sola: Los caminos del Señor no son los caminos del hombre y los tiempos de Dios no son los tiempos del hombre (Isaías 55:8,9). Dios sabe cuándo es el mejor tiempo para que ocurran las cosas, sus planes son perfectos, su perspectiva es perfecta. Por su parte, el hombre tiene una perspectiva terrena y distorsionada.
Si Dios antes de enviar a su Hijo hubiera pedido al hombre que éste hiciera un plan ideal para la visita celestial, tengamos la plena seguridad que todo habría sido un rotundo fracaso. Seguramente, el hombre, hubiera elegido un momento de gloria de Israel, cuando el reino aun no estaba dividido, con la casa de David a la cabeza de la nación; idealmente con Salomón durante el apogeo de su gloria. Pero, todo hubiera sido un rotundo fracaso.
Reflexionando en que el tiempo de Dios generalmente nada tiene que ver con el tiempo que el hombre considera, es importantísimo pensar que el llamado que Dios hace a cada persona para saldar cuentas, muchas veces se produce cuando menos se espera. El ladrón de la cruz encontró la salvación en el peor momento de su vida, cuando estaba moribundo sobre un cruel instrumento de tortura, la cruz; Pablo encontró a Cristo en el desierto en medio de la humillación y del polvo; El carcelero de Filipo encontró a Cristo luego de un terremoto y estando a punto de suicidarse; Zaqueo encontró a Cristo encaramado en un árbol. Muchos lo encuentran cuando lo inesperado se presenta: enfermedad, cárcel, muerte, dramas familiares.
Por favor, no creas en las típicas mentiras que el Adversario suele poner en la mente de las personas, mentiras como: “antes de seguir a Cristo debes pensarlo mejor”, o la que dice: “debes ser mejor antes de entregar tu vida a Cristo” o “ya habrá tiempo para pensar en las cosas de Dios”
La verdad es que Dios ya ha elegido nuestro tiempo de salvación, y ese tiempo es hoy, y ahí donde estás, es posible que en medio de mucha gente; posiblemente sintiéndote aun muy ignorante de los temas espirituales; es también posible que en medio de muchos problemas laborales o matrimoniales. A pesar de todo, es en el día de hoy que Cristo te invita a conocerle como Salvador.
No dudes en tomar la decisión y decirle: “Sí Señor, sé que me estás llamando, sé que soy pecador, perdóname, reconozco en Cristo a mi salvador; te pido que seas, de hoy en adelante mi Señor.”
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones
Hebreos 3:7,8ª