Muy buenos días a todos mis hermanos:

Es muy triste ver cuando un joven cristiano es seducido y atrapado por pensamientos y prácticas incompatibles con la santidad de Dios. Sabemos que el temprano conocimiento de la Palabra de Dios, la oración, la comunión con la iglesia y la práctica de una vida fundada en el temor santo, constituyen una buena defensa contra las influencias negativas. Sin embargo, es bien conocida la sagacidad del adversario y que, particularmente, nuestros niños y jóvenes no siempre se encuentran alertas y cubiertos, como debieran, de las saetas del enemigo; es por ello que debemos orar en forma constante para que su influencia sutil y destructora no logre hacer mella en sus mentes y corazones.

Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas.

Proverbios 1: 10

Sergio Oschilewski Malinowski
Pastor Iglesia Bíblica Las Condes



Lectura Bíblica

Hebreos 12: 18-25.

Introducción

La escena que describe nuestra lectura nos lleva a los tiempos del éxodo, cuando Dios entregó las tablas de la ley a todo el pueblo que salió de Egipto. Una ley amplia con muchos preceptos y de difícil cumplimiento.

Los tiempos que nos narra el autor de la epístola hacen retroceder a sus oyentes a aproximadamente 1500 años antes de Cristo, a los días de Moisés y el peregrinaje en el desierto.

Debemos, también, tener en cuenta que los primeros convertidos e integrantes de la Iglesia fueron judíos que conocían las Escrituras y sabían con detalle de los acontecimientos aquí narrados.

También debemos comprender que la Epístola a los Hebreos fue escrita a personas que estaban sufriendo severas persecuciones al haber abandonado su sistema religioso. En un sentido bastante general, Hebreos trata de la tremenda lucha que se daba al dejar un sistema religioso por otro y las presiones que recibían para hacerlos volver al antiguo sistema.

Sin embargo, este libro no trata solo de lo que hemos considerado, sino que de algo mucho más profundo; no se trataba solo de abandonar un sistema religioso por otro, sino que abandonar el judaísmo por Cristo. Dejar la sombra de algo por la realidad, dejar todo el largo ritualismo por la fe, lo pasajero por lo definitivo, lo temporal por lo permanente, en buenas cuentas, dejar algo bueno por algo mucho mejor y perfecto; dejar todo atrás por la perfección, y eso no es otra cosa que la persona de Cristo.

Veamos la exhortación y el llamado a no retroceder que hace aquí el autor, pero no solo a los oyentes de la carta, sino también a cada creyente en particular en el día de hoy.

  1. Un monte terrenal.
    1. Un monte físico (palpable, visual).
    2. Donde reina el temor (no soportaban escuchar, no querían oír, estaban espantados).
    3. Donde hay ausencia de paz (ardía, había oscuridad y tinieblas).
    4. Desprovisto de refugio (rogaban que Dios acallara su voz).
  2. Un monte espiritual.
    1. El monte de la gracia (el regalo de Dios).
    2. El monte de la fe (por sobre las obras).
    3. El monte de la esperanza (el monte físico sencillamente no la tiene).

Conclusión

Después de contrastar los dos montes y hablar de lo terrible que era lo que se veía en el Sinaí, el autor de Hebreos nos habla de las bendiciones que tenemos en el monte de Sion.

Los creyentes debemos tener claro que, para no desmayar durante las dificultades, debemos saber con absoluta certeza lo que Dios nos ha otorgado por gracia; lo que nos ha dado a través de Cristo es muy superior a cualquier otro sistema religioso que el mundo nos pueda ofrecer.

A la luz de todo lo que se nos ha dado, nuestro Señor, el autor, hace una advertencia: «Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.» (Hebreos 12: 25). La palabra «mirad» enfatiza la obligación y responsabilidad de aquellos que tenemos esta esperanza delante de nosotros.

Los que desecharon y desobedecieron a la voz de Dios en el Sinaí fueron severamente castigados, solo dos entraron en el descanso de la tierra prometida. Pero, cuando el privilegio es mayor, también es mayor la responsabilidad. Es mucho más responsable y culpable el que rechaza a Cristo que los que rechazaron la ley; Dios ha dado su mejor y definitiva revelación, rechazarla es sencillamente condenarse. Es imposible escapar. Podríamos decir con certeza que es algo que no tendrá perdón.

Hermanos, mantengámonos firmes, el Señor nos ha dado toda clase de bendiciones y no hay motivo alguno para retroceder, él mismo dará a cada uno las fuerzas para mantenernos en pie, a pesar de las dificultades que podamos encontrar.