Una fe bien cimentada

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Juan 14:6

Introducción

Antes del discurso de Juan 14 los discípulos estaban apenados y confundidos. El Señor había anunciado su muerte más de una vez, también les dijo que resucitaría. Les dijo que adónde iba ellos no podían acompañarle.

I. No se turbe vuestro corazón (14:1)

Jesús les estaba diciendo: Yo me voy a ir y ustedes no podrán verme, pero no se turbe vuestro corazón. Si ustedes creen en Dios aunque no le ven, ahora crean también en mí de la misma manera.

II. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros (14: 2)

Su partida, era precisamente para lo opuesto de lo que ellos temían: era para preparar tras su muerte y resurrección, un lugar para ellos en su casa celestial y llevarlos con Él.

III. Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo (14:3)

Jesucristo vendrá desde el dominio celestial, descenderá en el aire y resucitará y levantará con Él a los santos que duermen en Él, y transformará a los santos que en ese momento estén viviendo en la tierra y los levantará con Él.

IV. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, si no por mí (14:4-7)

Cuando Cristo declara, Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, hay exclusividad en su declaración. Él y sólo Él, es el camino a la reconciliación con Dios, al perdón, a la justicia, y al cielo.

V. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (14:8, 9)

Los apóstoles no entendían todavía que Jesucristo era la perfecta revelación del Padre. Si los discípulos hubieran reconocido quién era Jesús verdaderamente, habrían conocido también al Padre.

VI. Yo soy en el Padre, y el Padre en mí (14:10, 11)

Jesús le está enfatizando a Felipe, el verdadero sentido de sus palabras, que la visión que Él les revelaba del Padre, era la visión que la fe les daba.

VII. El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también (14:12)

Vemos el cumplimiento de esta promesa en el libro de Hechos, donde los apóstoles hacen milagros de curación corporal similares a los que hizo Jesucristo, y milagros mayores, como la conversión de tres mil personas el día de Pentecostés.

VIII. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré (14:13, 14)

¡Qué consuelo más grande para los apóstoles, y para todos nosotros los redimidos!

Conclusión

No podemos dejar completo este mensaje, sin mencionar la última gran promesa de consolación que el Señor Jesús dio a sus discípulos en esta ocasión tan solemne: 14:16, 17 ”Y yo rogaré al Padre, y os dará otro consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, … y estará en vosotros.” 14:26: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quién el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

Predicador

Rodrigo Cartagena Armijo

Fecha

27 de abril de 2014

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