Muy apreciados hermanos:
El rey David cantaba: «Jehová, hasta los cielos llega tu misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes.» (Salmos 36: 5). Estamos bajo el amparo que proporciona el brazo poderoso del Señor, quien es misericordioso y fiel a su palabra. En Su fidelidad, inmutable y eterna, descansan: nuestra paz, nuestro gozo, nuestra salud espiritual y mental, nuestro devenir diario y nuestra salvación.
Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
1ª Samuel 1: 1-18.
Introducción
El primer libro de Samuel sin lugar a duda contiene una historia digna de ser recordada y estudiada por el lector bíblico. En este libro encontramos la historia de tres grandes personajes: Saúl y David, los dos primeros reyes de Israel, y del gran Samuel, considerado el último juez de Israel, además del primer gran profeta después de Moisés. Tres personajes muy distintos entre sí, cuyas vidas se entrelazan en una historia fascinante, la que no podemos aislar y contarla como un simple relato de acontecimientos históricos apartada de las grandes enseñanzas y propósitos de Dios.
El libro contiene mucho más que simple historia, pues, a los hechos se suman ricas enseñanzas en las cuales debemos poner especial atención para aprender y aplicar a nuestras propias vidas.
Y así como existen estos personajes principales, también tenemos otros que pueden parecer de menor importancia para nosotros, pero que nos enseñan grandes verdades. Consideremos que en el pequeño pasaje leído tenemos muchos personajes: Elí y sus dos hijos; Elcana y sus dos esposas; Penina que tenía hijos e hijas como nos señala el versículo 4; y Ana, una mujer que no podía tenerlos.
Sobre este personaje, esta gran mujer, de nombre Ana, quiero detenerme un poco y, más que centrarnos en su persona, en particular, quiero que nos centremos en el tipo de oración que ella ofrece al Señor, una oración digna de ser observada y que nos habla en forma amplia del carácter de esta mujer.
Los invito a que juntos veamos algunos aspectos importantes de su oración, que nos pueden ayudar en nuestra vida y principalmente en nuestra comunión con Dios.
- Su aflicción (1ª Samuel 1: 5-10).
- Su voto (1ª Samuel 1: 11).
- Su tranquilidad (1ª Samuel 1: 18).
- Su cumplimiento (1ª Samuel 1: 19-28).
Conclusión
Esta mujer nos da muchas lecciones a pesar de todos sus dolores y sinsabores por no poder tener un hijo: se refugió en la oración largamente; clamó con aflicción y amargura a Dios; no tuvo temor alguno en hacer voto prometiendo lo más deseado para ella, un hijo varón. En realidad se comprometió con Dios mucho más allá de lo que se le exigía.
Su oración le permitió dejar atrás su tristeza y volver en paz y confiadamente a su hogar. Cumplió lo prometido tal cual como había sido su compromiso y entregó toda la gloria a Dios.
Ella también nos muestra, a través de sus palabras, que todo lo que tenemos y recibimos de parte de Dios, le pertenece solo a Él. También nos enseña que Dios a su debido tiempo responde las oraciones y, por supuesto, nos habla de un corazón agradecido de Dios.
Para preguntarse, entonces, ¿qué tan parecida es mi oración a la de esta mujer?, ¿me entrego a la oración a pesar de mi amargura y aflicción?, ¿es la oración un refugio para mí?, ¿soy capaz de entregar mis cargas al Señor?, ¿me da tranquilidad la oración?, ¿qué busca mi oración, su gloria o algo más?, ¿cuánto tiempo dedico a ella?
Que el Señor a través de la exposición de su palabra me ayude a identificar en qué está fallando mi oración. Lo que en el fondo implica qué tan bien está mi relación con Dios y me ayude y guíe en una nueva etapa en mi vida, donde añore y desee fervientemente su compañía.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4: 6-7