Mayo: mes de misiones
Proclamad entre las naciones su gloria,
Salmos 96: 3
En todos los pueblos sus maravillas
Muy apreciados hermanos:
En esta oportunidad quiero hacer alusión a aquella persona, aquel «misionero», que usó el Señor para sembrar en nuestro corazón, la semilla que dio como fruto nuestra salvación. ¿Quién fue? ¿Alguno de nuestros padres, un maestro de la Escuela Dominical, un amigo, un pariente, un mensajero que vino de lejanas tierras, el pastor de la iglesia, otra persona?
Junto con agradecer al Señor tomemos conciencia de que ahora es nuestro turno de ser los misioneros que planten en otros la sagrada semilla, para que también ellos puedan glorificar a Dios por su Don Inefable y, luego, continuar con la siembra bendita.
Manantial de vida es la boca del justo;
Proverbios 10: 11a
Sergio Oschilewski Malinowski
Pastor Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
Hebreos 2: 1-4.
Introducción
El autor de la Epístola a los Hebreos, les pregunta a los lectores de la carta: «¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Hebreos 2: 3a). Notamos que no se trata solo de una salvación, sino de una salvación muy grande.
Cuando hablamos de evangelizar o de obra misionera, lo primero que debemos tener en cuenta es la grandeza del mensaje que entregamos, uno que habla de una salvación muy grande.
Paralelamente, a esta salvación tan grande resalta el oscuro futuro de las almas no salvadas y, conjuntamente, destella el futuro de aquellas que han alcanzado salvación.
Lo considerado constituye tres motivaciones de gran valor para realizar la obra de multiplicación espiritual o misiones. Una labor evangelística o misionera debe tener como base las siguientes convicciones:
- Haber recibido una salvación muy grande.
- Tener certeza del futuro de las almas no salvadas.
- Tener certeza del futuro de las almas salvadas.
Conclusión
Partimos con una pregunta: «¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Hebreos 2: 3a). Luego vimos que la respuesta es: no hay modo de escapar. Si descuidamos esta salvación «tan grande», no hay más. Cuando, a la luz de esta aseveración, entendemos las consecuencias de perder aquella salvación y, en contraste, las de ganarla para aquellos que nos rodean, nace la motivación de entregar este mensaje. Recién comprendiendo esto, aflora el misionero que hay en cada creyente.
Manzana de oro con figuras de plata Es la palabra dicha como conviene.
Proverbios 25: 11