Himnos
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Cita Bíblica: Juan 4:7-15
Introducción
Este episodio del Evangelio de Juan es quizás uno de los diálogos o entrevistas personales más fascinantes que Jesús tuviera.
La otra gran entrevista es la del capítulo tres, con Nicodemo. Los dos personajes: La mujer samaritana y Nicodemo, son muy diferentes entre sí, dándose los encuentros en lugares y contextos, también muy diferentes:
Con Nicodemo fue de noche, con la mujer a la hora sexta, que sería, aproximadamente, las doce del día. Una fue en Jerusalén, provincia de Judea, la otra cerca de la ciudad de Sicar, al lado del pozo de Jacob, en la provincia de Samaria. La de Nicodemo fue una visita planeada y él inició la conversación; la de la mujer, podríamos decir que fue casual y fue Jesús quien inició la conversación. Nicodemo era un maestro y gobernante altamente respetado; en cambio, la mujer era alguien a la cual sus pares despreciaban. Nicodemo tuvo una actitud amable hacia Cristo, le llamó: Rabí; la mujer, tuvo, primeramente, una actitud hostil hacia Cristo y al final fue de respeto. En el diálogo con Nicodemo, éste desaparece rápidamente de la conversación y las palabras de Cristo se transforman en un monólogo; con la mujer, el diálogo se mantuvo hasta el final, siete veces habló Ella y siete Cristo.
Pero, aunque podemos ver muchas diferencias entre ambos personajes y sus diálogos con Cristo, podemos decir con certeza, que ambos tenían la necesidad de nacer de nuevo, así como otros vacíos que sólo Cristo podía llenar.
- Su necesidad (dame agua)
- Su arrepentimiento (reconoció su pecado)
- Su fe (dejó su cántaro)
- Su testimonio (lo comunicó a otros)
Conclusión
Este pasaje que parece tan casual, nos muestra uno de los relatos más hermosos y reveladores de nuestro Señor. Aquí nos muestra su humanidad en pleno, sintió sed como cualquier hombre, pero, además, nos muestra su divinidad; ambas unidas en una de las manifestaciones más grandes de Jesús.
En este episodio vemos su majestad, gracia, misericordia y también la paciencia con que nuestro Señor transmite el mensaje de luz y esperanza a una mujer samaritana, que en un principio se mostraba reticente a escuchar.
Vemos cómo, poco a poco, Cristo fue despertando en el corazón de esta mujer, la necesidad de lo que el Señor le ofrecía, hasta darse cuenta que no era Cristo el que necesitaba calmar la sed, sino ella. En ella, no sólo vemos la necesidad de todo ser humano, sino que además vemos su arrepentimiento y fe para alcanzar lo prometido.
Aquí, Cristo nos muestra, sin duda, un gran ejemplo de cómo entregar a otros el mensaje, pero también nos muestra, a través de esta mujer, la responsabilidad y privilegio que tenemos de alcanzar a otros con ese mensaje. Ella es un gran ejemplo de lo que cada creyente debe ser y hacer con el Evangelio; ella fue de gran bendición para su pueblo.
El Señor también nos llama a nosotros a ser de gran bendición para los que nos rodean.
Cristo sólo le pidió que trajera a su marido, pero sin embargo ella trajo a todo un pueblo, la pregunta para nosotros salta inmediatamente a nuestra vista y mente y por supuesto, a nuestro corazón. ¿Qué traeremos nosotros a los pies de Cristo?
y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Juan 4:42