Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Juan 1: 9
Queridos hermanos en la fe:
Es mi deseo encontrarles con la vista puesta en «los cielos» (Filipenses 3: 20; Colosenses 3: 1; 1ª Tesalonicenses 1: 10), esperando el regreso de nuestro Señor, lo cual no significa que seamos siervos pasivos, sino todo lo contrario, muy activos y motivados, sabiendo que el Señor viene y que cada día debemos esforzarnos más por iluminar a un mundo que rechaza la luz; mundo controlado por las huestes del Adversario, las cuales no saben de descanso ni tregua.
Les saluda recordándoles las palabras con que el apóstol Pablo alentaba a los hermanos de Colosas:
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
Colosenses 3: 4
Lectura bíblica
Mateo 1: 18-25.
Introducción
Cuando se espera la llegada de un bebé y se está en las últimas semanas, normalmente hay preguntas frecuentes sobre las señales del parto: ¿tienes contracciones?, ¿qué tan seguido las tienes?, ¿te cansas mucho?, ¿qué tan fuertes son las contracciones?, ¿cómo va la dilatación?
Cuando se espera a una visita muy especial, ocurre lo mismo: ¿has recibido noticias?, ¿has recibido algún mail o un WhatsApp?
Cuando esperamos algo especial, o importante para nosotros, normalmente estamos preocupados de las señales que indican que tan cercanos estamos a recibir ese algo especial. Lo increíble se produjo con la primera venida del Señor Jesús al mundo, pues no fue así. A pesar de que hubo infinidad de señales, no existió la expectativa que las personas sienten cuando esperan a alguien amado, salvo por un muy pequeño número de personas.
Venía a este mundo la luz del mundo; venía la persona más destacada y marcada por todo el Antiguo Testamento, presentada por tipos, metáforas y claras profecías; venía el que daría salvación a toda la humanidad, aquel que deshacería las obras del diablo, el que vencería a la muerte y que daría vida eterna a todo aquel que en él creyera; pero muy pocos lo estaban esperando; ¿no estará ocurriendo lo mismo en el día de hoy?
Les invito a reconocer algunas de las señales y testimonios de las cuales nos hablan Las Escrituras y que mostraban que el Gran Momento había llegado. Tenemos el testimonio de:
- José, comprometido de María.
- Una estrella.
- Los sabios de oriente.
- Del rey Herodes el Grande.
- Del llanto de todo un pueblo.
- La profecía.
- Lo que hoy testifica ante el mundo.
- La Biblia.
- Al Espíritu Santo.
- El testimonio de cada creyente.
Conclusión
Hemos considerado algunos testimonios, que hablaron y mostraron ayer, al salvador del mundo naciendo como todo hombre, el testimonio de: una estrella; unos magos; un marido confundido; un rey déspota y cruel; el llanto de muchas mujeres y padres en Belén; así como de la infalible profecía partiendo desde los tiempos de Adán; todas las cuales apuntaron hacia aquel pesebre en Belén. Hoy, la voz la siguen teniendo: la Palabra de Dios, el Espíritu Santo y el testimonio de cada persona que conforma la Iglesia viva del Señor Jesucristo. Todos con una oferta, una invitación que dice: ven, no ya a un pesebre, sino a los pies de la cruz donde fue crucificado años después, ese niño que nos fue dado, para que tú y yo podamos hoy hacer las paces con Dios.
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
Mateo 1: 21