Muy apreciados hermanos:
En los Boletines anteriores hemos considerado dos aspectos relacionados con el sacrificio de nuestro Señor: la redención y la justificación. Íntima e indisolublemente relacionado con lo visto, se encuentra un tercer aspecto: la expiación.
Por medio de su sacrificio, Cristo Jesús expió nuestros pecados, es decir: los quitó. Él logró lo imposible, pues hizo lo que nada ni nadie podía. Pensemos que ni toda la sangre de los millares de sacrificios ceremoniales de animales realizados durante el Antiguo Testamento, pudieron quitar, aunque fuese un solo pecado. Demos gracias a nuestro Salvador por sacar de sobre nosotros algo tan horrible y que, además, nos condenaba por la eternidad.
Es por ello por lo que Juan el Bautista, señalando a Cristo, dice de él: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.» (Juan 1: 29).
Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
Isaías 53: 10
Sergio Oschilewski Malinowski
Pastor Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
Lucas 4: 14-21.
Introducción
La lectura de hoy nos sitúa en la región de Galilea, en la parte norte el país, lugar donde se había criado el Señor Jesús.
Aunque no podemos ordenar cronológicamente, en su totalidad, los acontecimientos narrados en Los Evangelios, sí podemos decir que éste lo podemos situar casi al principio del ministerio público del Señor, el cual duró aproximadamente tres años.
El evangelista Lucas nos narra del bautismo y la tentación en el desierto del Señor Jesús para luego pasar a relatar el acontecimiento leído hoy, el cual solo encontramos en este Evangelio. Mateo y Marcos nos hablan del rechazo que provocaron las declaraciones del Señor, pero no nos señalan los sucesos que agrega Lucas.
Vemos en el relato que Jesús entró a la sinagoga donde él residía, lo cual era, como nos dice Lucas, habitual en él, por lo tanto, podemos decir que era conocido de muchos de los que acudían a ese lugar.
La porción que el Señor leyó hace referencia a una profecía del gran profeta Isaías, que nos habla de la persona del Mesías. Veamos qué explicación nos da el Señor a partir de aquella lectura.
- Su persona.
- Su autoridad.
- Su misión.
Conclusión
Jesús afirmó ser el Mesías esperado, lo testificó por medio de sus palabras y lo ratificó con la diversidad de señales y milagros que ejecutó, los que avalaron su persona y la autoridad otorgada por Dios mismo.
Pero Cristo vino a una tarea específica, Él vino a predicar buenas nuevas: «el año agradable del Señor».
¿Qué haremos con sus palabras? Tal vez solo maravillarnos y admirarnos de su sabiduría, como lo hicieron sus oyentes. ¿Seguirá siendo Cristo un personaje más de la historia o pasará a ser un personaje importante en mi propia historia? ¿Qué haré con sus palabras? ¿las dejaré pasar una vez más o las tomaré y aceptaré para mí? El ofrecimiento sigue en pie:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Mateo 11: 28