Cita Bíblica: Hechos 10:1-16
Introducción.
Cuando Dios separó a Abraham de su nación, no fue este un mero acto de favoritismo, sino que obedecía al cumplimiento de los planes de Dios para la humanidad. La promesa dada fue: Serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Dios necesitaba un pueblo que contuviera y transmitiera el conocimiento del Dios verdadero, allanando así el camino para la venida de un Salvador, el Hijo del Hombre, el Mesías, Jesucristo.
Jesucristo entregó su Evangelio de Salvación a los judíos, pero nunca declaró que era exclusivo para ese pueblo. Al contrario, evidenció de muchas maneras que también se incluía a no judíos.
Después del día de Pentecostés, faltaba un paso en la Provisión Divina para que se reconociera universalmente que la Gracia es para judíos y gentiles, por igual. Y ese paso se cumple con lo descrito en el Capítulo 10 del Libro de los Hechos.
I. LOS PERSONAJES
a) Cornelio. Gentil, temeroso de Dios, religioso y que hacía limosnas en los pobres.
b) Pedro. Apóstol de Jesucristo. Celoso de su apostolado, pero también, todavía de leyes y costumbres religiosas judías.
II. PREPARACIÓN DE CORNELIO
a) Dios envió un ángel ante Cornelio.
b) El mandato fue mandar a buscar a Pedro a Jope y escucharle.
III. PREPARACIÓN DE PEDRO
a) Jesucristo le había dado las llaves del Reino de los Cielos en la tierra.
b) Judío ortodoxo, pero fiel y experimentado para aceptar la voluntad de Dios.
c) El hambre inoportuna y la visión.
d) La voz que le reprende y le da el mandato de recibir a los enviados de Cornelio y luego, acudir al llamado de Cornelio.
Conclusión.
El Señor no hace acepción de personas. No hay excusa que no sea meramente humana, para rechazar a alguien y no entregarle la revelación del Evangelio.
Nosotros somos parte de sus planes eternos, y para todo lo que hagamos para Él, tenemos su poder con nosotros.
Nuestra respuesta a la voluntad de Dios ha de ser rápida y diligente.
No es de Cristo actuar atolondradamente, impulsivamente. Debemos ser sobrios y humildes para encarar las obras que Dios nos pida.
Si el Señor nos pide algo, es porque podemos hacerlo, Él ya nos preparó para tener un resultado exitoso espiritualmente, para su Gloria.