Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios.
Eclesiastés 5:7
Introducción
Salomón fue un gran hombre, pues, después de tener todo lo que terrenalmente puede un hombre aspirar en su vida, incluidos los placeres prohibidos del pecado, se da cuenta que nada fuera de Dios es provechoso.
Este libro es un sermón en el que el autor se lamenta con mucha tristeza de cómo ha sido su actuar, su caída es una gran prueba de la debilidad humana, aún ocurriéndole al hombre más sabio de la tierra.
Desde su caída, Salomón advierte al hombre, como un padre que advierte a su hijo, que los caminos de Dios son superiores a los del mundo. Advierte también a los hombres de corta vista y que no pueden ver más allá de lo que hay debajo del sol, que alcen su vista al cielo y busquen ahí la solución a sus problemas.
Salomón buscó gran parte de su vida llenarse con las cosas que están bajo el Sol, pero comprendió que para lograr la verdadera satisfacción no hay más que elevar la vista a los cielos, donde está Dios.
Desde esa vivencia, después de una larga caída y no llenar su alma con nada, vemos a Salomón aconsejando a los hombres, y en nuestra lectura encontramos tres sabios consejos. Estos tres consejos que entrega Salomón, están apuntando a cómo debemos adorar a nuestro Dios y cual es la forma correcta de presentarse ante Él. Ellos son:
- Guardar nuestros pies
- Aprender a escuchar
- Cumplir lo prometido
Conclusión
Podemos resumir toda la meditación en cuatro grandes principios:
- Cuando nos acerquemos al Señor seamos cuidadosos, el trono del Señor esta en los cielos nosotros en la tierra.
- Es preferible acercarse al Señor con oídos dispuestos a escuchar y obedecer, que con una boca apresurada para hablar.
- Seamos sensatos y meditemos cuidadosamente lo que prometemos al Señor.
- Y procuremos cumplir con lo que significa pertenecer a Cristo.
En el último versículo de nuestra lectura el autor da un consejo que podría resumir todos los demás: “MAS TÚ, TEME A DIOS.”