Amados hermanos en Cristo:
Demos gracias por la herencia que nos espera en los cielos. En 1ª Pedro 1:4 dice que es: «una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible». Se trata, pues, de una herencia no contaminada por el pecado y que no pierde sus propiedades ni puede ser quitada. Pronto accederemos a ella; mientras tanto, gocémonos con todo aquello que ya hemos recibido; para empezar: una salvación sublime y, con ella, las «arras de nuestra herencia», el Espíritu Santo.
Lectura Bíblica
Lucas 8: 38-39.
Introducción
El Señor Jesucristo encomienda al hombre liberado de los demonios que vuelva a su casa y cuente «cuán grandes cosas ha hecho Dios» con él. En seguida, se nos dice que el hombre obedeció y se fue «publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.». El hombre había recibido de la misericordia de Dios, manifestaciones tan grandes que no las podía callar. Seguramente apenas comprendía la grandeza del milagro realizado con él, pero lo recibido era tan poderoso que ya había cambiado totalmente su vida.
Lo anterior me hace pensar en la medida en que los cristianos de hoy nos damos cuenta de «cuán grandes cosas ha hecho Dios» con cada uno de nosotros, cosas que motivan a la santidad y a la proclamación del Evangelio.
Les invito a reflexionar en los bienes que posee todo aquel que está en Cristo.
- «Cuán grandes cosas».
- Hijos de Dios.
- Implicancias.
- Hechos previos.
- Un cambio radical.
- Consecuencias en el diario andar.
Conclusión
Con este breve y parcial boceto de lo que Dios ha hecho con cada persona redimida, pretendo que demos un paso más en la valorización de lo que significó nuestra salvación y las enormes responsabilidades y honores que recaen sobre cada cristiano, para «que andéis como es digno del Señor» (Colosenses 1: 10a). Busco, además, que seamos cada día más agradecidos y nuestro trabajo esté más y más henchido de pasión y convicción, con lo que la obra evangelizadora será más espontánea y eficaz.
Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Lucas 8: 39b