Cita Bíblica: Juan 8:31-36
Introducción.
Nos encontramos en el mes de septiembre, mes de conmemoraciones y celebraciones; mes en que evocamos la Primera Junta Nacional de Gobierno, antesala de una independencia completa y estable.
Todos estos pensamientos se encuentran asociados a la idea de libertad. No por nada nos referimos a don Bernardo O´Higgins como el libertador de la Patria.
¡Libertad!, maravillosa palabra con un sentido más maravilloso aún. Sentido, que solamente puede alcanzar su máxima plenitud cuando la analizamos a la luz de las Sagradas Escrituras.
Una cuestión importante de considerar y analizar es: ¿Qué significa ser libre? Es una palabra que constantemente usamos, es un tema aparentemente conocido por todos, pero, ¿entendemos realmente su alcance? ¿Se entiende lo que significa que el alma humana puede ser prisionera y con ella el corazón, la voluntad y la mente con sus pensamientos?
En esta oportunidad les invito a considerar este gran tema, desde la perspectiva que nos presenta nuestro Señor Jesucristo.
I. EL HOMBRE Y SU MENTE NO NACEN LIBRES
II. EL HOMBRE Y LA MENTE AUTÉNTICAMENTE LIBRES
La Biblia enseña que un hombre y su mente son libres, siempre que:
A. El Hijo les haya dado libertad.
B. Sean llenos de la verdad.
C. Permanezcan en la verdad.
Conclusión.
¡Felices Fiestas Patrias! Fiestas que conmemoran los inicios de una libertad obtenida por medio de grandes sacrificios, entregas y luchas. Una excelente instancia para meditar y revalorizar la idea de libertad. Para el redimido por Cristo, se suma, en estos tiempos, la emoción de considerar la libertad ganada por Cristo a favor nuestro. Cuidemos y valoricemos esa libertad.
Cuidemos esta libertad tan amplia, tan rica, que comienza en los pies de la Cruz y abarca: mente, sentimientos, voluntad y, por sobre todo, libre entrada a la presencia de nuestro Redentor.
Un cristiano sometido al Señor es un ciudadano doblemente libre: libre porque vive en una patria soberana que le permite disfrutar de una gran libertad, y libre por cuanto ha sido liberado de las cadenas que, por naturaleza, esclavizan el alma y la mente.
Solo en Cristo se puede obtener la libertad total, pues nadie más puede otorgarla.