El Espíritu Santo y el creyente, parte VIII: santidad y santificación, parte II

Tengan, todos ustedes, muy buenos días:

El apóstol Pedro escribe a los hermanos: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;» (1ª Pedro 2: 9). De esta manera nos recuerda que hemos sido rescatados de las tinieblas para vivir en la «luz admirable» del Señor.

Consideremos que Dios nos llamó y rescató de «las tinieblas» —lo cual no solo trata de un lugar, sino de un estado espiritual oscuro, de perdición, confusión y tropiezo— a «su luz admirable», lo que se traduce en: salvación, una nueva relación con el Señor, auténtica libertad, paz, así como una nueva visión, entendimiento y futuro. Al pensar en todo ello no podemos dejar de decir: «Gracias, muchas gracias, Salvador y Señor mío; te alabo con todo mi corazón.»

Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes



Lectura Bíblica

Romanos 6: 19-23.

Introducción

Al iniciar la meditación de hoy, traeré a la memoria dos elementos de la predicación del domingo pasado. Primero, vimos que la voluntad del Señor está claramente estipulada en las Escrituras, dice: «pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;» (1ª Tesalonicenses 4: 3a). Segundo, vimos como la Biblia nos enseña que la santificación es un proceso que solo es posible en los que han recibido a Cristo como su salvador y, por lo tanto, están en Cristo, por lo cual el Padre ya los ve santos.

En el día de hoy, mi objetivo es invitarles a considerar los elementos que tenemos para que la santificación sea una realidad en nuestro diario vivir y no un simple ideal.

Decíamos que hay al menos tres fuentes de contaminación: los entes de maldad, el mundo y el viejo hombre. Para enfrentar a estos adversarios el Señor nos ha dotado de varios elementos para purificarnos, fortalecernos y mantener la pureza.

  1. Santificación como proceso (1ª Tesalonicenses 4: 1-8; 1ª Pedro 1: 15).
    1. La Palabra de Dios (Juan 17: 17).
    2. La sangre de Cristo (1ª Juan 1: 7).
    3. El poder del Espíritu Santo (Efesios 3: 16).
    4. La diligencia del creyente. La actividad diaria del creyente en pos de la santidad (2ª Corintios 7: 1).
      1. Acciones morales y sociales.
      2. La separación práctica del mundo.

Conclusión

La voluntad de Dios es nuestra santificación. No busquemos la voluntad de Dios en otros asuntos de nuestra vida mientras no apliquemos esta prioridad a ella.

Busquemos la diaria purificación en la meditación de la Palabra y la oración, en la cual debemos incluir la confesión de nuestras faltas. Busquemos el «ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu». Luego, que nuestro hablar, pensar, sentir y actuar en todo, sea siempre buscando agradar a nuestro Salvador y Señor. Una pregunta que ha ayudado a muchos cristianos frente a situaciones en las que dudan qué hacer, ha sido: «si el Señor Jesús estuviera en mi lugar ¿qué haría en este caso?».

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

 Juan 17: 17

la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado

1ª Juan 1: 7b

ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;

Efesios 3:16b

limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

2ª Corintios 7: 1b

Predicador

Pastor Sergio Oschilewski Malinowski

Fecha

2 de marzo de 2025