Muy apreciados hermanos en Cristo Jesús:
Pensaba en cuantas veces me he podido identificar con el salmista Asaf cuando escribe: «Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti.» (Salmos 73: 22).
En las grandes reservas de bosques naturales suelen existir centros dedicados a rescatar y sanar a animales heridos. Estos animales (mamíferos, aves y reptiles), luego de un tiempo de recuperación, cuando sus fuerzas ya están restablecidas, son soltados nuevamente en su hábitat natural. Es interesante ver en documentales como algunas de estas criaturas salvajes, al sentirse nuevamente libres, salen corriendo y se alejan de sus benefactores; otros, deben ser puestos en libertad con mucha cautela, pues pueden volverse y aun atacar a quienes los habían ayudado.
Aunque hay una infinita distancia entre los hombres y los animales, lo anterior resulta ilustrativo de lo que sucede muchas veces con el ser humano y su Creador y Sanador. Dios siempre encuentra al hombre mortalmente herido por el pecado e incapacitado para sobreponerse a su situación. Nuestro Padre lo rescata, lo sana amorosamente y lo libera de sus pesadas cargas. Luego, le responsabiliza con la tarea de ir, día a día, creciendo y formando el carácter santo. Sin embargo, ¿qué sucede en muchas ocasiones? Pues que en cuanto la persona se siente salvada, libre de sus viejas angustias, en condiciones de seguir caminando, se aleja; primero lento y luego cada vez más rápido, de todo lo que le signifique «ataduras» con Dios y la fe. Atrás queda la emoción, la gratitud, el primer amor y con ello, la reunión de oración; atrás quedan las tareas dadas por el consejero bíblico; atrás queda el devocional personal; atrás quedan las responsabilidades hechas con la iglesia; atrás queda la asistencia regular a las reuniones. De pronto se encuentran huyendo de todo lo que pueda significar alguna atadura hasta que la necesidad llama de nuevo a la puerta descubriendo que cada recaída duele más que la anterior.
No seamos como esos animales ingratos que luego de recuperar la salud vuelven a sus andadas, alejándose de su buen benefactor.
Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne
Gálatas 5: 13
Pastor Sergio Oschilewski Malinowski\
Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
1ª Tesalonicenses 4: 1-8.
Introducción
Con cuanta claridad el Espíritu Santo, el inspirador de las Sagradas Escrituras, dice: «pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;» (1ª Tesalonicenses 4: 3). Muchas veces nos encontramos buscando la voluntad de Dios: a veces suplicando por ella, a veces trasnochando por encontrarla, inclusive encargando a otros hermanos que nos ayuden a encontrarla. Sin embargo, es bastante común que la conozcamos, pero no nos gusta acatarla.
Sí, queda claro que la voluntad de Dios es nuestra santificación, la cual es imposible sin la acción del Espíritu Santo. Pero ¿qué significa esto? Consideremos este vasto tema desde antes que el mundo fuese.
- Santificados desde la eternidad (2ª Timoteo 1: 9).
- Santificar, purificar, consagrar.
- Separados desde hace mucho tiempo.
- Santificación posicional (1ª Corintios 1: 30).
- Santificación como proceso (1ª Tesalonicenses 4: 1-8; 1ª Pedro 1: 15).
- Santificación experimental o progresiva.
Conclusión
Dios nos quiere separados del mundo, de la carnalidad y de toda pestilencia espiritual. El Padre desde el cielo, por medio de Cristo y su obra en la cruz, ya ve a los salvos también como santos. No obstante, mientras estemos vivos estamos en permanente aprendizaje, siendo uno de los más importantes el aprender a comportarnos (en palabras, pensamientos y hechos) como santos. No es algo opcional, se trata de obedecer la clara orden del Señor: «la voluntad de Dios es vuestra santificación;» (1ª Tesalonicenses 4: 3a).