El Espíritu Santo y Cristo encarnado

Pero el ángel les dijo: no temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.

Lucas 2: 10-11

Alabemos y agradezcamos a Dios por ese niño que «nos es nacido», por ese hijo que «nos es dado»; por «el año de la buena voluntad de Jehová», que inauguró el Mesías con su visita. Que esta Navidad se transforme en una gran acción de gracias por todo el significado que encierra aquel Gran Nacimiento.

Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes

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Lectura Bíblica

Isaías 11: 1-5.

Introducción

Profetizando sobre el nacimiento del Señor Jesús y lo que serían sus rasgos fundamentales, Isaías comienza diciendo que: «reposará sobre él el Espíritu de Jehová».

Cuando reflexionamos en el papel del Espíritu Santo en la encarnación y ministerio del Señor Jesucristo, descubrimos que la Biblia nos da mucha luz sobre este importante tema, inclusive desde el Antiguo Testamento, mucho antes del nacimiento de Jesús. Consideremos algunos puntos destacados:

1. Profetiza la venida y la obra de Cristo (1ª Pedro 1: 10-12).
2. Su labor en la encarnación de Cristo (Lucas 1: 26-35).
3. El Espíritu Santo en la vida y ministerio del Señor Jesucristo (Lucas 4: 18-19).
   1. Durante su ministerio en la tierra.
      1. Presente durante todo el ministerio de Cristo.
      2. El Ungido perfecto.
      3. Apoyo durante la tentación.
      4. Unido a Cristo en su sublime trabajo.
      5. Le acompañó durante su pasión y muerte.
      6. Actuó en su Resurrección.
      7. Actuó con él luego de su Resurrección.
   2. Después de su ministerio en la tierra.

Conclusión

El apóstol Pedro en su primera carta, nos dice: «Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;» (1ª Pedro 2: 21). En esta porción se nos insta a seguir los pasos del Señor, lo cual nos lleva imprescindiblemente a considerar al Espíritu Santo, sin el cual es imposible hacerlo; por ello Dios da a sus hijos el bendito sello, las benditas arras, el bendito Consolador que nos guía y ayuda no solo en los momentos difíciles sino que en forma continua esculpiendo poco a poco la imagen del Hijo en nosotros y, con ello, guiándonos a seguir sus pisadas.