Cita Bíblica: Hebreos 4:14-16
En dos oportunidades anteriores hemos considerado algunos de los inmensos tesoros que tú y yo poseemos por el hecho de haber recibido a Cristo como nuestro Salvador.
Habíamos reflexionado en cuatro tesoros: El hecho de haber nacido de nuevo; el hecho de poseer la Biblia, el hecho de contar con la asistencia del Espíritu Santo en nosotros y el hecho de contar con la “mente De Cristo”.
El último tesoro considerado, “la mente de Cristo”, nos proporciona una visión nueva y mucho más amplia; esto es algo grandioso, aun cuando en ocasiones, nos puede producir un sentimiento de soledad, al no ser comprendidos por personas cercanas, especialmente algunas que ocupan un lugar especial en nuestro corazón. Lo anterior, es especialmente notorio en la juventud. Cuando te sientas así, recuerda, que las personas te pueden dejar solo, pero Dios está satisfecho por preferirle a él y condicionar tu vida conforme a esa nueva visión, y esa satisfacción, vale más que toda la aprobación que puedas recibir de tus cercanos.
Veíamos que el cristiano renacido experimenta la renovación del entendimiento. Luego, por medio de esta renovación, vamos experimentando una transformación que nos va tornando en personas cada vez más parecidas a nuestro modelo: el Señor Jesucristo.
La renovación del entendimiento, es la mente de Cristo operando en nosotros, dándonos una nueva visión de: la vida y la muerte; nuestro origen y nuestro destino; nuestro presente; nuestra misión; lo que somos, y la conducta práctica que Dios espera de nosotros en el diario vivir.
En el día de hoy, les invito a continuar avanzando en este, desenterrar tesoros. Para comenzar, concluyamos el último punto visto, reflexionando en dos obsequios muy asociados a la posesión de la “mente de Cristo”: La sabiduría y el discernimiento espiritual. Luego, les quiero invitar a navegar sobre el sublime tema de otro tesoro: la oración.