Muy buenos días a todos mis hermanos:
Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados (…)
Efesios 4: 30
Cada persona decide qué provecho sacará de un tomacorriente o enchufe. Puedo conectar en él una lámpara con una ampolleta de 25 W que dará una tímida luz incapaz de llegar en forma suficiente a todos los rincones de una pieza tamaño medio o una de 200 W que iluminará generosamente toda una gran habitación. El poder que hay en el tomacorriente es el mismo cualquiera sea la lámpara que conectes en él.
Con el poder de Dios, que es infinitamente mayor pues proviene de un Dios Omnipotente, ocurre algo parecido. Además, hay una diferencia infinita con el poder del enchufe, pues el poder de Dios nace de su propia naturaleza, es personal.
Ahí está, en cada creyente, el Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad, con todo su poder, como lo estaba al principio de la Creación, dispuesto a hacer grandes cosas contigo y conmigo. Sin embargo, solemos tenerlo tan limitado por nuestra carnalidad y falta de compromiso con Dios que muchas veces el gran proyecto de la regeneración diaria o práctica, aquella que nos va transformando momento a momento en personas más parecidas a nuestro Salvador, es limitado por nosotros mismos y en muy poco o nada nos diferenciamos de aquellos que no tienen al Espíritu Santo en sus vidas.
Su poder creó los cielos y la tierra. Su poder mantiene tu corazón latiendo. Él quiere usar su poder para darte total libertad de tus temores, angustias, tentaciones, vicios, defectos morales y aún de malos hábitos comunes. Por otra parte, él quiere honrarte usándote día a día para proclamar la gloria de Dios y edificación de Su Pueblo. ¿Cómo responderemos durante este año a esa gran voluntad llena de amor para actuar en tu bien? ¿Qué haremos con el tremendo poder que está a nuestra disposición?
Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes
Introducción
Los adversarios de Cristo no perdían oportunidad para asediarlo. Buscaban cualquier oportunidad para levantar falsas acusaciones contra él, para oponerse a su persona y su mensaje. En las escrituras vemos muchos pasajes donde era constantemente rodeado por estos para impedir y cuestionar su ministerio y, en reiteradas ocasiones, incluso trataron de matarlo.
Son muchos los grupos que mencionan las escrituras como enemigos de Cristo. Algunas veces nos habla de saduceos y fariseos, otras nos habla de los sacerdotes, escribas, doctores de la ley, ancianos, herodianos, entre otros.
Después del milagro de la alimentación de los cuatro mil, Cristo subió a una barca con sus discípulos y se dirigió al extremo occidental del mar de Galilea. Después de llegar ahí, nuevamente se encuentra con sus adversarios.
La lectura de Marcos nos dice que esta vez eran los fariseos, pero Mateo, en la lectura paralela a esta, también nos añade a los saduceos y luego Cristo añade a los de Herodes.
Ellos constantemente pedían señales, milagros y otros pedían pruebas para comprobar la veracidad de las palabras y la persona de Cristo, como lo señala hoy nuestra lectura, pero no con la intención de creer sino que para tentarle y ponerlo a prueba.
Su ceguera y descaro eran enormes. Ante ellos tenían a la mejor de las Señales, Cristo mismo, pero, sin embargo, lo querían destruir.
Todas esas corrientes de pensamiento, saduceos, fariseos, herodianos no tenían nada en común. En muy pocas cosas estaban de acuerdo. Es más, eran enemigos y sus creencias eran muy distintas, pero en lo que si estaban de acuerdo en que Cristo debía ser destruido.
Desde ese pedido de parte de estos hombres hacia Cristo por señales del cielo, nace la advertencia que hace nuestro Señor a sus discípulos.
- La advertencia.
- La discusión.
- La poca comprensión.
- La amonestación.
Conclusión
El Señor advirtió a sus discípulos de cuidarse de la levadura de estos hombres. Sus malas y desviadas influencias podían contaminarlos y encaminarlos a errores graves con el peligro de abandonar las verdades del evangelio.
En principio, ellos no pudieron entender las palabras de Cristo: solo lo asociaron a la falta de pan. Las necesidades físicas de ellos les hicieron descuidar las verdades Espirituales del Señor.
Su poca fe hizo que no pudieran entender o comprender las palabras de Cristo y, también, hizo tambalear la confianza en la provisión que él les podía dar tanto física como espiritual.
Pero la advertencia también es para nosotros hoy. Debemos también cuidarnos de una gran cantidad de influencias que pueden dañar nuestra vida espiritual y nuestra comunión con el Señor, dejando sus enseñanzas por otras y así caer en errores que perjudican nuestra comunión diaria con él y con nuestros hermanos.
El Señor formuló nueve preguntas a sus discípulos: una tras otras para amonestarlos por su poca comprensión de los eventos que habían vivido, pero también para llevarlos a recordar y, finalmente, a entender la verdadera enseñanza de sus palabras.
Creo que es muy necesario responder esas preguntas en nuestra intimidad y con sinceridad para saber si yo aún estoy en esa barca pensando solo en el pan y aun no me he dado cuenta o no logro entender las palabras de mi Salvador o para saber, también, si ya he logrado entender esas verdades que me harán avanzar en el conocimiento de Cristo y, a la vez, me llevarán a progresar en mi vida espiritual.
Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
Mateo 16: 12