Cita Bíblica: Proverbios 1:20-33
Introducción: El libro de Proverbios nos exhorta y enseña sobre la administración del matrimonio, de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales; así como del carácter, de la voluntad y de las pasiones. Nos presenta los temas contrastando lo que debe ser, con lo que no debe ser.
Es muy posible que uno de los libros que estará abierto durante el juicio del Gran Trono Blanco, será el libro de Proverbios, con lo cual nadie podrá decir que Dios no advirtió sobre cuál era su voluntad en tal o cual tema.
Veamos un poco más de cerca, algunas de las normas del Señor, junto con las advertencias sobre las tendencias naturales de la carne:
Lo primero que vemos es la voluntad de Dios expresada como una máxima.
I. UNA MÁXIMA
Oye y obedece (Prov. 1:20-23)
A- Administrando el Trabajo
B- Administrando el Hogar y las Relaciones Familiares
C- Administrando las relaciones con el Prójimo
II. LA RESPUESTA DEL HOMBRE
La actitud del ser humano ante la máxima del Señor (Prov. 1:24, 25)
III. CONSECUENCIAS DE LA DESOBEDIENCIA
Dolor, temor y confusión (Prov. 1:26-32)
IV. CONSECUENCIAS DE LA OBEDIENCIA
Una vida confiada, tranquila y sin temor (Prov.1:33)
V. EL PRINCIPIO DEL PODER
El temor del Señor (Prov. 1:7, 29)
VI. LA FUENTE DEL PODER
El espíritu de Dios (Prov.1:23)
Conclusión: el libro de Eclesiastés concluye su magistral exposición, resumiendo todo lo dicho en las siguientes frases: “…Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.” Eclesiastés 12:13b.
El Señor Jesucristo resume toda la ley en solo dos mega principios: Ama a Dios por sobre todo y con todo, y ama a tu prójimo como a ti mismo.
El libro de Proverbios resume todas las conductas de moral y vida en un gran principio: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová;…” Proverbios 1:7a.
Notemos que las tres conclusiones apuntan a lo mismo. Ellas dicen que, tanto la realización del hombre, como el triunfo en la búsqueda del andar sabio venciendo las pasiones de la carne, como el agradar a Dios en todo, se basan en colocar a Dios por sobre todo, sin excepción. Esto solo se logra mediante la comunión constante y sumisa con nuestro Padre Celestial.