¿Mi casa, mis tesoros?

Cita Bíblica: Isaías 39:1-8

Introducción.

La lectura de hoy nos muestra parte de lo que fue la vida de Ezequías, un rey de Judá que gobernó 29 años y que fue, “bueno”, a los ojos de Dios. El acontecimiento de su vida, que narra la porción leída, es el único que encontramos, luego de que el Señor le agregara, milagrosamente, quince años más de vida. Pero, sin lugar a dudas, este episodio es de suma importancia y rica enseñanza, para todo el mundo cristiano hasta el día de hoy.

El acontecimiento mencionado, es relatado tres veces en las Escrituras, lo encontramos en: 2ª Crónicas 32; 2ª reyes 20 y en Isaías 39. Uno se pregunta: ¿qué quiere comunicarnos el Señor a través de este relato? ¿Qué quiere destacar? y ¿qué podemos aprender de él?

En realidad este pasaje está lleno de enseñanzas y es muy difícil, que al ser leído no se pueda distinguir lo que quiere comunicar el Señor. Veamos, a continuación, algunos aspectos de sus ricas lecciones.

I. LAS VISITAS DEL REY
II. EL ACTUAR DEL REY
III. EL DECRETO DE DIOS

Conclusión.

Hay al menos, tres cosas que podríamos concluir de este pasaje, donde vemos, sin duda, a uno de los mejores reyes de Judá:

Lo primero, es que nadie está exento de pecar contra Dios, no podemos pensar que ya lo hemos logrado todo en el plano espiritual. Por muchos años que llevemos en los caminos del Señor, debemos ser cuidadosos en nuestras decisiones, debemos ser capaces de ponernos delante del Señor, en forma sincera, y permitirle que escudriñe nuestros corazones.

La segunda lección, es que debemos ser capaces de distinguir lo que está en contra de Dios y lo que está a su favor. No cualquiera puede entrar a nuestra casa, o dicho de otro modo, no podemos recibir o hacer alianzas con aquellos cuyo corazón está lejos de Dios. Si estamos con los que están en contra del Señor, también nosotros lo estaremos, y eso traerá tristes consecuencias.

La tercera, y pienso que es la enseñanza más destacada de este pasaje, es saber que si llegamos a algún lado, hemos llegado allí porque Dios lo ha permitido. No es “mi casa”, ni “mis tesoros”, ni “mi salud” ni nada que tenga, incluyendo “mi familia” y “mi salvación”. Cualquier logro no ha sido por “mi esfuerzo”, en realidad ha sido por la maravillosa gracia del Señor. No hay ningún motivo en nosotros que nos pueda llevar a enorgullecernos. Para los que siguen al Señor debe estar muy alejada la palabra orgullo.

Tal vez la única razón para sentir orgullo, si se puede decir así, es saber que el Señor está con nosotros y que solo Él nos sostiene. Que nuestra boca no quede sin palabras cuando tengamos que elevar oraciones de gratitud por los favores de Dios.

“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” 1ª Corintios 10:31

Predicador

Hermano Julio Salvador Álamo

Fecha

10 de julio de 2016

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