Estimados hermanos en Cristo:
Está más que demostrado que muchas cosas muy pequeñas como los virus —tan diminutos que no es posible verlos con instrumentos ópticos comunes— pueden producir importantes males que van, desde trastornos a la salud con resultado de muerte, hasta verdaderos terremotos en la economía mundial.
Lo anterior me hace pensar en ¿cuántas «licencias» que consideramos pequeñas, las cuales suelen ser recurrentes en nuestro día a día, traban nuestro crecimiento espiritual? Los llamados pecados «pequeños» (o «pecaditos»), la malicia, las palabras ociosas, los pensamientos torcidos que nadie ve (salvo Dios) y así muchas cosas que consideramos insignificantes, pero que hacen un mal de grandes magnitudes. Son esas pequeñeces, en apariencia inofensivas, las que, normalmente terminan condicionando nuestra vida espiritual y, con ello, toda nuestra vida, la de la familia y aún la de la iglesia a la cual pertenecemos.
Cuán importante es administrar nuestra vida, no solo en lo que consideramos «grande», sino también en lo que consideramos muy pequeño. Al respecto, en Eclesiastés leemos esta breve reflexión: «Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.» (Eclesiastés 10: 1). No permitamos que esas pequeñas moscas caigan en nuestra vida, contaminando la suave fragancia que debemos emitir para gloria del Señor.
Sergio Oschilewski Malinowski
Pastor Iglesia Bíblica Las Condes
Lectura Bíblica
Santiago 5: 7-11.
Introducción
El Señor Jesucristo dijo: «vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.» (Juan 14: 3).
Santiago, en su epístola universal, dice: «Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.» (Santiago 5: 8).
Pablo instruye a los corintios diciéndoles: «He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos,…» (1ª Corintios 15: 51-52a).
El mismo apóstol, aludiendo al mismo hecho, le dice a los tesalonicenses: «Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.» (1ª Tesalonicenses 4: 17).
A los filipenses, Pablo les explica: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya,» (Filipenses 3: 20-21).
El momento del reencuentro con el Señor, el momento en que nuestros cuerpos serán transformados para poder ser recibidos en los cielos, es un acontecimiento futuro que está claramente profetizado y debe ser esperado por la Iglesia.
Pero notemos que del tiempo en que esto ocurrirá:
- El Señor Jesús solo dice «vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo».
- A los corintios solo se les dice que será en «un abrir y cerrar de ojos».
- A los tesalonicenses se les recuerda que «seremos arrebatados», luego se les advierte que deben velar y estar sobrios.
- A los filipenses les dice que «esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo».
¿Cuándo regresará? Pues en cualquier momento, por ello los cristianos decimos que la venida del Señor por su iglesia es inminente, solo contamos con señales.
- Señales y espera.
- La predicación del Evangelio.
- Predicación del evangelio del reino.
- Predicación del Evangelio de Gracia.
- Acontecimientos geopolíticos.
- Desastres naturales.
- Enfermedades y pestes.
- Alejamiento de Dios y acercamiento a lo demoniaco.
- Carácter fatuo y filosofía de la raza humana.
- Ciencia muy avanzada.
- Hechos, intensidad y frecuencia.
Conclusión
Cada cierto tiempo nos emocionamos con una nueva noticia que se relaciona con el ámbito profético de los tiempos del fin y se nos hace más patente que el Señor viene pronto. Entonces, velamos en forma especial, evangelizamos más y servimos más eficazmente en la iglesia. Pero, al poco tiempo, ya todo toma su ritmo normal y es probable que no solo no velemos, sino que procedamos a retomar nuestro sueño.
En lugar de lo anterior, sigamos el consejo divino que dice:
Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
1ª Tesalonicenses 5:6.