Cita Bíblica: 2ª Crónicas 26:1-5
Introducción.
Son innumerables las lecciones espirituales que Dios nos proporciona a través de la historia de los reyes de Israel. El rey descrito en la lectura, reinó 52 años en Judá, solo superado en tiempo por el rey Manases. Empezó a gobernar a la edad de 16 años, y se mantuvo vigente entre los años 792-740 A.C. (Ap.), fue contemporáneo de los profetas Amós y Oseas.
La Biblia describe a Uzías como un buen rey, especialmente por lo acontecido en sus primeros años de reinado. Su vida la encontramos narrada en 2ª Reyes 15:1-7 y en la lectura de hoy, donde vemos con mayor claridad y detalles, lo que fue su administración. Los versículos que nos sirven de base para la meditación de hoy, empiezan por describir los comienzos de su reinado, destacándolo como un rey piadoso.
I. SU PIEDAD
II. SU GRANDEZA
III. SU CAÍDA
Conclusión.
Vemos en esta historia, un triste final, pero encontramos grandes lecciones para no olvidar. Mientras el corazón del rey buscó a Dios, El lo prosperó, lo colmó de grandes bendiciones, que también disfrutó su pueblo. El rey hizo lo recto, busco a Dios con persistencia, así como su sabio consejo, los progresos de sus primeros años de reinado se lo debe a un solo motivo: estuvo al lado de Dios y Él lo sustentó.
Pero también vemos que, cuando su corazón se sintió fuerte, desafió a Dios y transgredió su voluntad. El mismo que lo sustentó, luego lo hirió con lepra, es importante entender que el Señor actúa con mucho amor, pero también con mucha justicia y no dejará pasar por alto aquello que lo ofende.
Debemos comprender la gran necesidad que tenemos los creyentes de ser totalmente dependientes de Dios y su guía. No hay cabida para el orgullo en los creyentes, no hay cabida para pensar que nuestro avance se debe a nuestra propia capacidad.
Debemos ser capaces de ponernos delante de nuestro Dios, para ser examinados a diario por Él. No hay cabida para un corazón altivo en el reino de Dios, Él es el único que puede pesar y escudriñar cada corazón y de ahí la necesidad de ponernos a diario a su disposición.
La respuesta a la pregunta del título debe ser siempre la misma para nosotros: ¡Mi corazón está en tus manos!