Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
Juan 1: 9
Muy apreciados hermanos en Cristo:
Les saludo rogando para cada uno de ustedes: fortaleza, ricas esperanzas y certidumbre en la Palabra del Señor. Que las experiencias ingratas vividas y por vivir no logren menguar ni vuestra fe, ni vuestro ánimo para continuar, luchando en pos de los planes del Señor, para cada uno de nosotros, la iglesia y el mundo, recordando siempre que:
nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo
Filipenses 3: 20
Que la Gracia y la Paz del Señor sobreabunden en cada uno de ustedes.
Lectura bíblica
Jeremías 2: 1-13.
Introducción
Por voz del profeta Jeremías, el Señor reprende a Israel enfrentándolo con una triste realidad. Ellos, siendo el pueblo de Dios, el pueblo elegido, un pueblo especialmente bendecido; manifestaban, sin embargo, un corazón totalmente frío y ajeno a Jehová. Increíblemente, habían dejado atrás su amor por el Señor. En el tiempo en el cual el Profeta habla, ellos solo seguían sus tradiciones habiendo reemplazado ese antiguo amor por otras pasiones, por lo que el pueblo se encontraba ante Dios en fornicación espiritual (Jeremías 3: 1).
Son muy claras las recriminaciones del Señor, Él los enrostra, pero también los llama al arrepentimiento:
- «La fidelidad de tu juventud» (Jeremías 2: 2-3).
- «Se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad» (Jeremías 2: 5-12).
- «Dos males ha hecho mi pueblo» (Jeremías 2: 13).
- «¡Vuélvete a mí! dice Jehová» (Jeremías 3: 1).
Conclusión
El pueblo del Señor había perdido su «primer amor», lo cual trae consecuencias inmediatas como: ingratitud, poner la vista en cosas ajenas a la santidad de Dios y buscar la exaltación y satisfacción de la carne; en resumen, vivir en la vanidad de las «cisternas rotas».
También podemos traer esta realidad a nuestros días, a la vida de cristianos que evidencian su pérdida del «primer amor». Las ideas principales son similares a las ya vistas. Un cristiano con desamor para con Dios no debe dejar pasar un instante más desde que es advertido o toma conciencia de su situación.
Lo primero que debe hacer es reconocer su estado ante el Señor y, aún antes de analizar o entender algo más, pedirle perdón por las ofensas y la infidelidad. Al mismo tiempo, debe dejar las cisternas rotas y retomar la relación con la fuente de agua viva proporcionada por Dios. De esta manera se restablecerá la comunión con el Señor, dejando que, una vez más, Él reordene toda la vida.
Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
Juan 7: 37b