Cita Bíblica: Juan 16:12-15
Introducción.
Hace dos semanas, hablamos de la importancia de los capítulos 13 al 17 del Evangelio de Juan, discurso conocido como el del “Aposento Alto”, también, como “el ministerio privado de Jesús”. Allí Jesús habla y da instrucciones, principalmente a los Apóstoles. Son capítulos de grandes enseñanzas, hasta ese momento, casi desconocidas para ellos. En este discurso el Señor hace una gran promesa: la venida del Espíritu Santo, o “El Otro Consolador”, como se le llama una y otra vez en esta porción.
En aquella oportunidad vimos tres puntos referentes al Espíritu: el nombre que le dio el Señor y lo que significaba; como el Espíritu es llamado a morar en cada creyente; y, como el mismo Espíritu iba a enseñar y recordar todo lo que Cristo había enseñado a sus discípulos durante la preparación de tres años.
Hoy, los invito a ver solo dos puntos más, referentes al Espíritu de Dios, y la importancia que revisten para nuestras vidas, como hijos de Dios.
I. LES DARÍA FORTALEZA PARA DAR TESTIMONIO Juan 15:26, 27
II. LOS CONDUCIRÍA A TODA VERDAD Juan 16:13
Conclusión.
El Señor hizo una gran promesa, la que ya es realidad, prometió la venida del Espíritu Santo para morar en nosotros; para estar al lado de cada uno; para socorrer al creyente; para dar fortaleza en los momentos difíciles; para que usted pueda llevar a cabo su ministerio; y para que cada uno de los creyentes pueda testificar de la gracia de Dios, de la verdad del Salvador.
A través, de esta sublime promesa, él ilumina la mente, dando entendimiento a cada creyente para comprender las cosas de Dios. Se nos entrega la capacidad de leer, de buena manera, los tiempos, para así esperar de la mejor forma la venida de Cristo por su Iglesia.
Todo eso y mucho más, implica esta gran promesa de Cristo. El libro de “Los Hechos” es un gran ejemplo del poder puesto a nuestra disposición por nuestro Salvador.
Pero hay una cosa fundamental, las promesas de Cristo no son para observarlas a la distancia y encontrarlas hermosas y maravillosas; las promesas de Cristo son para apoderarse de ellas y hacerlas nuestras en lo más intimo de nuestro ser; son para mostrarlas al mundo, y vivirlas con la misma pasión que tuvo Cristo al subir a esa cruz, por nosotros.