Queridos hermanos:

Mientras el rey David atravesaba por uno de los momentos más difíciles de su vida, expresa: «Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba.» (Salmos 3: 5). ¡Qué sería de nosotros si el Señor no nos sustentara! Dormimos, despertamos y realizamos nuestras tareas diarias, porque Él nos sostiene otorgándonos vida, amparándonos y poniendo en nosotros, paz y confianza, más allá de nuestra comprensión.

Demos gracias al Señor por sustentar y cuidar nuestro cuerpo, alma y espíritu, constantemente.

Pastor Sergio Oschilewski Malinowski
Iglesia Bíblica Las Condes



Lectura Bíblica

Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.

Hebreos 9: 23-28

Introducción

Durante la larga peregrinación por el desierto, Dios entregó un conjunto de normas al pueblo por medio de Moisés. Estas consistían en una serie leyes que tenían que cumplir rigurosamente para su propio cuidado y para establecer una comunión efectiva con Dios.

Estableció: días especiales, fiestas, un tabernáculo con sus implementos, una línea sacerdotal, así como una serie de sacrificios. Vemos: ofrenda por el pecado, ofrenda expiatoria, holocaustos, oblaciones, ofrenda de paz, etcétera; lo que significaban diferentes cosas: perdón por los pecados, reparación de daños a otros, total entrega al Señor, dedicación, acciones de gracias, agradecimiento, paz o comunión con Dios, entre otras cosas.

Pero todo ese complejo ritual y sacrificios apuntaban hacia el futuro, particularmente a Cristo. Juan el Bautista, en el Nuevo Testamento, fue uno de los primeros en hacer esa conexión. Juan reconoció a Cristo, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1: 29).

Es bien difícil entender la trascendencia de los sacrificios si no somos capaces de conectarlos con nuestro Salvador; el autor de «Hebreos» nos ayuda a entenderlos de mejor manera y, no solamente eso, pues nos ayuda a entender de mejor manera el significado que la ley tenía y buscaba.

Veamos qué nos dice en esta pequeña porción que nos habla de nuestro Señor.

  1. Un lugar.
  2. Un mejor sacrificio.
  3. Un sacrificio único.

Conclusión

Cristo ha sido manifestado una vez para siempre. Su obra no tiene que repetirse continuamente. Él se manifestó cuando el antiguo pacto demostró de manera concluyente el fracaso y la impotencia del hombre para acercarse a Dios por medio de sacrificios continuos.

El Señor Jesucristo ejecutó una obra perfecta, apareció para quitar de en medio el pecado; él no cubrió el pecado por un año más, sino que lo quitó. Él hizo un sacrificio personal, por medio de su sangre, y así recibió el castigo que cada uno de los pecadores merecía. Él no entró al lugar que solo era una sombra del original, sino que entró al lugar santísimo original, al cielo mismo, a la presencia de Dios con su sangre por nosotros, y establecido un nuevo pacto.

La pregunta trascendental es: ¿con cuál me quedaré? ¿seguiré separado de Dios por medio de mis sacrificios o aceptaré el sacrificio que Él ofreció por mí, para hacer las paces con Dios?

Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2: 9-11