¿De quién dependes?

Cita Bíblica: Éxodo 17:8-16

Introducción.

Después de huir de Egipto, Moisés permaneció 40 años en el desierto, tiempo en el que tuvo un pasar bastante tranquilo, pastoreando ovejas. Luego, el Señor se le manifiesta en la zarza ardiente, con lo que empieza una nueva etapa en su vida. El Señor lo llamó para entregarle la tarea de rescatar al Pueblo de su esclavitud. No fue fácil para Moisés aceptar lo que Dios quería de él; no obstante, Moisés comienza a aprender dos lecciones: la obediencia y la dependencia de Dios.

Lo que nos revela Éxodo 4:17, sobre tomar la vara de Dios, es una confirmación de que el Moisés que salió de Egipto no era el mismo que regresaría para ejecutar la obra de Dios. La vara de Dios no era otra cosa que la vara que el tenia como pastor. Ahora, esa vara se transformaría en el brazo de Dios, la vara del versículo 2, que era propiedad de Moisés, ahora paso a ser la vara de Dios. En lo personal, creo que eso marca un antes y un después en la vida de este varón de Dios. No era solo su vara que pasó a manos de Dios, sino que su vida entera ahora estaba en las manos de Dios. La vara es un símbolo de poder y autoridad; el poder y autoridad que Dios iba a tener sobre su vida.

Luego de sacar al pueblo de la esclavitud en Egipto, y luego del paso del mar rojo, es fácil llegar a pensar que ya no se encontrarían con problemas mayores. Sin embargo, el relato que nos entregan las Escrituras sobre el trayecto del Pueblo hasta el acontecimiento que se leyó hoy, nos muestra una larga lista de situaciones difíciles, como ser: con las aguas amargas, con la murmuración del pueblo, con el pedido de carne, con la desobediencia, con la falta de agua. En cada uno de estos episodios estaba la queja y el murmullo incesante de un pueblo disconforme con Moisés y por ende con Dios.

En nuestra lectura encontramos un gran impedimento que no les permitía avanzar, este fue el primer enfrentamiento armado que tuvieron con un pueblo, el pueblo de los Amalecitas:

I. EL IMPEDIMENTO

II. LA CONFIANZA

III. EL TRIUNFO

Conclusión.

El creyente que piense que en su andar hacia la meta que le tiene el Señor, no va a encontrar dificultades, está muy equivocado, nuestro Dios no ha prometido eso. Las dificultades son parte del aprendizaje. Es bueno observar de cerca las Escrituras para aprender lo que Dios espera de sus hijos, estas historias que nos parecen tan lejanas, deberían ser muy bien observadas por nosotros, a menudo sin darnos cuenta nos encontramos caminando en el desierto, porque no tuvimos la capacidad de mirar para aprender de estas valiosas lecciones.

Nuestro Señor espera que enfrentemos nuestro propio peregrinar, con la confianza puesta en Él, y no en nuestras capacidades.

No esperemos conseguir triunfos espirituales alejados del que nos va a dar la victoria, el creyente que crea que está triunfando sin la ayuda de nuestro Señor, ni siquiera tiene la capacidad de entender lo que es un triunfo en el Señor, y está muy lejos de la madurez cristiana.

El creyente más maduro es aquel que más depende de su Dios. El Señor quiere otorgar triunfos a cada uno de sus hijos, pero no debemos olvidar cual es la condición: nuestro Padre espera que descansemos en su poder. Luego, debemos ser capaces de levantar un altar para recordar quien nos permitió avanzar y a quien se le debe la gloria, el creyente no puede carecer de memoria. Además, como testimonio, todo el mundo debe saber a qué bandera servimos y por la cual luchamos, así como los amalecitas no prevalecieron contra Israel, tampoco prevalecerán contra nosotros si confiamos en Dios.

Si la pregunta del título tiene como respuesta: “dependo de Dios”, entonces tenemos un buen indicio que vamos en el camino correcto.

Predicador

Hermano Julio Salvador Álamo

Fecha

30 de mayo de 2016

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